El autor, continuando las obras de referencia de M. Pourcher y de M. Fabre, elabora un estudio refinado y muy objetivo sobre esta tragedia única por la naturaleza de la bestia y su ferocidad.

Los acontecimientos son relatados en orden cronológico. Se citan y analizan los numerosos relatos e intercambios epistolares entre los protagonistas, cazadores, campesinos, sacerdotes, nobles y testigos de los dramas. Esa correspondencia revela una sociedad enfrentada en el infortunio, dividida entre el oscurantismo del campo y la modernidad teñida de realismo cínico de la corte de Versalles.
La naturaleza de la bestia se va dibujando a lo largo de las páginas, para acabar destacando. Por singular que sea, al final se muestra de lo más natural e inquietante.
Como corolario, las diferentes teorías sobre la identidad del monstruo son examinadas minuciosamente, con la imparcialidad necesaria. El ilustrador, "Porspican" se ha enfrentado a un desafío: mantener el atractivo de un libro para el "gran público", sin rebajar la violencia de los ataques y los asesinatos. La diversidad de su arte permite de esta manera abrir una ventana al Gévaudan en la época de un rey de Francia enfrentado a una bestia difícil de atrapar.
En el corazón de la Francia meridional, en junio de 1764, una misteriosa criatura surgió del bosque más oscuro y comenzó un recorrido mortal y aterrador; estábamos en el Siglo de las Luces. La sanguinaria Bestia aparecía, imprevisible, degollando y devorando pastorcillos que cuidaban de sus animales en el campo. Otras veces, entraba en las aldeas y se llevaba a niños de los que no se recuperaban más que restos ensangrentados.
El miedo que impregnó el Gévaudan se extendió a las llanuras y las praderas del Aubrac, para alcanzar después las regiones boscosas y salvajes de la Margeride.
Todo era terror: la agitación de los arbustos con el viento de primavera, el repentino vuelo de un pájaro de entre el trigo de verano, el crujido de las ramas en los bosques helados del invierno.

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